Cuando de desarrollo se trata …

En la Provincia de Buenos Aires, se está llevando a cabo un operativo de capacitación destinado a las mujeres que conforman la red de manzaneras y comadres del programa Más Vida, dado que la próxima incorporación de la tarjeta Más Vida ha de reemplazar una de las funciones que hasta el momento venían desempeñando las manzaneras: La entrega de alimentos a mujeres embarazadas o con hijos menores de seis años de edad. Esto implica un cambio en la operatoria y requiere de talleres de capacitación para comprender: a) En qué consiste el cambio y b) Rever como continúa el rol de las mujeres que trabajan  en esta red (algunas desde hace más de doce años). Justamente en uno de estos talleres, una de las participantes comenzó a porta vocear al grupo su opinión, desde una mirada negativa. Con constantes interrupciones y en ”tono de ataque”, el clima grupal se fue tornando tenso, angustiante y cansador. Esta señora no podía escuchar y continuaba interrumpiendo y ocupando el centro de atención. Se requería una intervención urgente y adecuada que pusiera de manifiesto lo que ella realmente quería y no podía expresar. La coordinadora del taller realizó pertinentemente esta intervención, las defensas bajaron y la integrante pudo escuchar. Se legitimó el miedo que todo cambio genera: miedo a la pérdida, a la desaparición, al desamparo, al anonimato y también a lo desconocido de la situación venidera. Este último aparece disfrazado de ansiedad, de tristeza y hasta de ira. Poco a poco el clima grupal recuperó la calma y lo siniestro dio paso a la creatividad y a la posibilidad de enfocarse en las fortalezas de la nueva propuesta. Reconocer y expresar adecuadamente nuestras emociones, libera, desbloquea y permite avanzar más saludablemente. En su hacer cotidiano estas mujeres reciben frecuentemente situaciones conflictivas de otras familias que muchas veces son similares a las que ellas mismas están viviendo. También como en esta experiencia, el factor de cambio en su tarea aparece como un generador de conflicto. 

Cabe entonces preguntarnos: 

• ¿Estamos preparados para reconocer nuestras emociones, identificarlas y expresarlas haciéndonos cargo de ellas, sin depositar en otro lo que no podemos manejar?
• ¿Podemos mantener una distancia óptima que nos permita operar sin bloquearnos y/o angustiarnos?
• ¿Los equipos técnicos y/o formadores y facilitadores que nos acompañan están capacitados a su vez para ayudarnos a expresarnos, sin quedarnos atados a una situación de conflicto por defensa de posiciones, que solo redunda en la escalada de esa situación?
• ¿Cómo promotores, referentes, manzaneras, trabajadores, técnicos o profesionales, autoridades, ciudadanos, estamos preparados para tener una escucha activa?
• ¿Hay espacios habilitados para compartir y trabajar lo que se siente y como canalizarlo creativamente?
• ¿Somos capaces de comunicarnos de modo eficiente?

 Situaciones similares pueden encontrarse en diferentes ámbitos laborales y sociales, privados y estatales, donde las relaciones humanas se ponen de manifiesto.  Es posible planificar y gestionar políticas sociales y/o empresariales que contemplen una formación conciliadora de los diferentes aspectos que conforman al Ser Integro y sus relaciones, que promuevan una cultura preventiva del riesgo laboral, basadas en la responsabilidad social. 

Se trata de propuestas de desarrollo innovadoras, que contemplen el trabajo en equipo, en red y en creatividad, catalizadoras de la generación de las capacidades más altas de la condición humana, para propiciar horizontes de colaboración, solidaridad y producción que confluyan en el crecimiento personal, empresarial, social y ambiental, en un marco de sustentabilidad y de recuperación del capital humano.

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